¿La terapia es para todos?

La terapia como encuentro, como camino, como tránsito constante, compromiso de sostener, mirarnos, abrir, cerrar, reconocer, hacernos visibles para nosotros mismos en el ritmo intenso de la existencia humana.

La terapia es un espacio que no se abre solo cuando algo duele, sino también cuando la vida camina sin mayores tropiezos.

La terapia propone consistencia, ese intento constante de volver a uno, de tomar la decisión consciente de regresar siempre, de sentarse a mirar esa imagen que no se refleja en el espejo, sino que se refleja gracias a ese otro que viene a servirnos de interlocutor, de palabra, de perspectiva, de vasija que recoge y drena, que no deja que se estanque la narrativa, que nos confronta para que permitamos ese flujo.

La terapia es para todo aquel que vive, que recuerda, que tiene una historia pasada, presente y futura, para todo el que cambia, que siente, que se cuestiona, que busca.

La terapia propone sostener en el tiempo el encuentro, no es una mirada rápida sino una mirada profunda, precisa, expansiva.

La terapia es para todos, si, sin duda es.

Pero...

No tiene atajos, no hay una guía práctica que nos ahorre el esfuerzo.

Entonces, aunque la terapia es para todos no muchos podrán llevar a cabo la elección, ya que conlleva confrontarse con uno mismo, mirarse a diario, abrazarse en el silencio de la confusión que se genera en la cabeza, la disposición para la transformación, la confianza en la vida, en el proceso.

Tal vez el único requisito sea la valentía.

Valentía para elegir la incomodidad que genera el encuentro con nuestras sombras, la fortaleza para abrir el corazón, atrevernos y permitirnos ser vulnerables.

Y si, la terapia es para todos...

Todos los que queramos tener el honor y privilegio de re encontrarnos.